El 2 de noviembre de 1993 el comerciante y asesor sindical GERARDO LIEVANO GARCIA, de 40 años, fue detenido, torturado, desaparecido y asesinado; y RAMON ALIRIO PEREZ VARGAS, NELSON EMILIO ORTEGA, NELSON CASTRO GARCIA, RAMON YESID TORRES GALVAN y alguien conocido como “HOOVER” fueron detenidos y torturados, por miembros del Comando Antiextorsión y Secuestro (CIAES) del Grupo de Caballería Mecanizado Nº 5 General Hermógenes Maza, al mando del Teniente teniente Cesar Alonso Maldonado Vidales, quienes los sindicaron de pertenecer al EPL y de porte de droga. En el operativo también fue detenido ilegalmente MIGUEL ANGEL OSORIO LEMUS.  Las viviendas de Miguel Ángel y Ramón Alirio fueron allanadas ilegalmente, siendo éste último amenazado de muerte. Los hechos se presentaron luego del secuestro de un ciudadano venezolano por presuntos miembros del EPL, en Cúcuta.

Gerardo y Ramón Alirio fueron detenidos a las 11:45 de la mañana en el restaurante “Rincón Paisa”, frente al hotel Chucarima, en el momento en que realizaban un operativo por el secuestro del señor Daniel Arismendi. Ramón Alirio fue golpeado brutalmente por los militares, quienes aducían que la víctima pretendía quitarle el arma al soldado que lo custodiaba. Igualmente, Gerardo fue fracturado en el hueso facial, producto de un golpe con objeto contundente.

Luego, los obligaron a subir a dos camionetas, en donde los torturaron: a Ramón Alirio le pegaban patadas y le hacían “el submarino” mientras le preguntaban quien era Gerardo. Esto se repitió en varias ocasiones durante el trayecto hasta el sitio Canoitas, cerca al acueducto de la ciudad, en el corregimiento San Pedro de Cúcuta, donde los golpearon, simularon dispararles con armas descargadas, les introdujeron objetos en la boca causándoles ahogo, les dieron puntapiés y los amarraron con cables. Gerardo pedía a gritos que no lo golpearan más. Uno de los agentes le quitó la camisa a Ramón Alirio, la empapó con un líquido y se alejó con ella; un momento más tarde se escucharon los lamentos de Gerardo, quien murió a causa de los golpes y quemaduras que recibió, luego de haberle echado gasolina; el cadáver fue encontrado el 5 de noviembre totalmente incinerado en la vía de Termotasajero por la carretera que conduce a la Inspección de Policía Departamental Urimaco, del municipio de San Cayetano, a 2 kilómetros de la Vía Central Zulia, en el sitio Arenales.

El siguiente testimonio recoge la narración de las torturas propinadas a Ramón Alirio, por los miembros del CIAES, en la fecha señalada:

“..Los que me detuvieron manifestaron que eran de las autodefensas pero después sentí que iban para el kilómetro diez hacia el Batallón y sentí cuando pasaron por los policías acostados, pero al momento se metieron por una carretera destapada y sentí pánico porque me di cuenta que me llevaban para el acueducto, en esas escuché que decían “oríllese” pero nadie se baja porque viene un carro, al ratico lo sacaron del carro y en la grama me agarraron a puntapiés, me rasgaron la camisa y me la colocaron alrededor de la cara  sujetándola con un lazo y luego me tiraron como a una zanja porque sentí tierra en la espalda, el cuello y la cara, luego uno de ellos gritó “páseme la pimpina” y se pararon encima de cada uno de los pies y de las manos; empezó a caerme agua que sabía como a barro, al rato alguien gritó que no me estaban haciendo nada, que me llevaran para la toma y procedieron a llevarme a rastras. Sentía el agua en la espalda y trataron entre todos de ponerme boca abajo y no pudieron; en el forcejeo se me cayó la venda  y el del radio que iba en el carro dijo que si no quería que me mataran que dijera quien era ese (refiriéndose a Gerardo), quien tenía las manos amarradas adelante. Yo les dije que lo había visto en el restaurante y continuaron intentado meterme la cabeza en la toma y me volvían a preguntar por el calvo y el secuestrado, continuaron con el  forcejeo tratando de  meterme en la toma y yo ya sentía muchos dolores por el esfuerzo, y en ese momento alguien gritó “comandante, el calvo se está muriendo”. Luego trajeron al otro para hacerle lo mismo y él le dijo que para qué iban a cometer más injusticias y después se fueron donde el calvo y el Teniente ordenó que lo subieran a la camioneta y se lo llevaron y lo dejaron en un cuarto, como pude me solté las manos y las vendas mientras veía cómo le echaban gasolina a otro de los torturados.”.

Aunque en el restaurante también fue detenido Miguel Ángel, los informes del operativo fueron alterados por los miembros del CIAES, ya que no registraban la captura de Gerardo. Al día siguiente, el 3 de noviembre, Ramón Alirio fue llevado a la sede del Grupo “Maza”, ubicada a un kilómetro aproximadamente, siendo conducido a un cuarto que tenía un letrero en la puerta que decía  “Entrevistas”, donde tenían a Nelson Emilio, un joven que había sido detenido bajo la sindicación de porte de droga, quien le contó que lo habían llevado a Urimaco, donde lo sometieron a diversas torturas, como quemarle y punzarle los testículos; luego le introdujeron un cepillo para peinarse el pelo en la boca hasta la faringe en tres oportunidades, golpeándolo con  este y una piedra en los dientes de abajo, así como en las piernas y en el pecho para sacarle aire, al tiempo que estaba vendado y le martillaban un revólver sin munición en los oídos, para que confesara el paradero del señor Arismendi.

Momentos después, el Teniente Cesar Alonso Maldonado Vidales, Comandante del grupo CIAES, ingresó al cuarto de “Entrevistas” y le dijo a Nelson que la familia lo estaba buscando y que lo tenían por desaparecido. Luego, interrogó una vez más a Ramón Alirio, diciéndole que quería mostrarle resultados a los generales y que si no confesaba, lo implicaría en el secuestro.

Posteriormente, el mismo Teniente ordenó el allanamiento de la vivienda de Ramón Alirio, quien fue llevado al operativo. Allí le preguntaron por unos morrales que tenía en su casa, a lo que él respondió que era un trabajo que estaba realizando para un cliente. Luego lo regresaron a la sede del Grupo “Maza”, donde el Teniente le dijo que agradeciera que no le había colocado “uniformes militares para decir que tenía una fábrica de la guerrilla”; luego le dijo que lo iba a soltar pero que tenía que trabajar para ellos, así que le ordenó que fuera a la población de Tibú y averiguara por un venezolano secuestrado. Le dio $20.000 para transporte y dos números telefónicos para que se comunicara con el militar y lo amenazó diciéndole que si lo llegaba a denunciar, “no se iba a olvidar, como no se habían olvidado los 16 hijueputas que me pusieron denuncio y todos los he matado… si usted me traiciona, Colombia se queda pequeña para buscarlo, y si no lo consigo a usted, consigo a sus hijos”.

Ramón Alirio denunció estos hechos en un Foro por la Paz y los Derechos Humanos en Norte de Santander, en el que se hallaban presentes este Teniente y varios soldados que habían participado en las detenciones, torturas y asesinatos, quienes en ese momento estaban realizando labores de inteligencia filmando a los asistentes. Ante las denuncias el militar respondió que “era un montaje de la subversión”. Altos funcionarios gubernamentales que se hallaban presentes, como el Procurador Departamental, Carlos Bernal, el Defensor del Pueblo, Jaime Córdova Triviño y el Consejero Presidencial para los Derechos Humanos, Carlos Vicente de la Roux, se comprometieron a brindar protección a los testigos y a las víctimas. Sin embargo, días después, la vivienda de Ramón Alirio fue allanada por personal militar, el cual retuvo ilegalmente a uno de sus hijos menores de edad, cuando salía del colegio hacia su vivienda.

Ante esta situación, la familia tuvo que radicarse en otro sitio y para el traslado de sus pertenencias contrataron a un transportador, quien también fue detenido y torturado psicológicamente para que dijera el lugar donde se encontraban Ramón Alirio y su familia. Las amenazas y seguimiento continuaron en los años siguientes. el 18 de agosto de 1995, estando como refugiado político en la ciudad de Quito (Ecuador), Ramón fue detenido y torturado junto con su esposa y otra persona en diferentes sitios, por militares ecuatorianos. Al parecer fue sindicado por “presunta” participación en un atentado al Presidente de la República de Colombia, Ernesto Samper Pizano.

El Agente de la Policía Nacional RAMON PATRICIO PINTO CASADIEGO, testigo de los hechos y declarante dentro del proceso que adelantó la Procuraduría, recibió amenazas en su contra y de su familia, pues logró identificar algunos autores materiales, como a Pedro Amado Delgado y Néstor Fandiño García. Además, reconoció a Gerardo Liévano, quién le dijo “agente me están estropeando” y él contestó a quién lo tenía que “así no se trata a la gente”, recibiendo un empujón mientras otro Oficial con la mano enyesada le dijo por las buenas “agente retírese”. Le pareció que era el comandante del operativo, identificado posteriormente como el Teniente William Roberto del Valle, cuya mano estaba enyesada por un accidente de tránsito, según estableció su subalterno Jairo Granja Hurtado.

Por otra parte, Nelson Castro García fue detenido la noche del 2 de noviembre de 1993 cuando se encontraba en el sitio “La Ye”, llevándoselo cerca de Urimaco donde fue torturado al intentar ahogarlo con orines que le echaban en la cara y un líquido que tenían en una pimpina amarilla. Luego fue trasladado al Grupo “Maza”, donde le hicieron firmar una constancia de buen trato, soltándolo el 4 de noviembre.  Nelson identificó como uno de los autores materiales a un Oficial enyesado hasta el codo.

Ramón Yesid fue sacado de su casa el mismo día que Nelson aproximadamente a la una de la tarde, además fue golpeado y vendado con una toalla hasta el siguiente día mientras estaba retenido en el Grupo Mecanizado “Maza” . Finalmente fue puesto en libertad el día siguiente. “Hoover” fue sacado por el ejército de la habitación que había arrendado, no sin antes golpearlo al punto que botaba sangre por la boca.

Los miembros del CIAES que participaron en el operativo fueron: el Teniente César Alonso Maldonado Vidales, el Teniente William Roberto del Valle, el Sargento Segundo Néstor Fandiño García, el Sargento primero Pedro Amado Delgado, el Cabo primero Dous Alfonso Seña Acosta, el Cabo primero Edilfonso Oliverio Goyes Buitrón, y los soldados José Misael Valero Santana, José Raúl Delgado Mora, Efraín Niño Plazas, Jairo Granja Hurtado, Jesús Hernando Laguado Suárez, José Gregorio Hernández Hernández, uno de apellido Castro y un militar sin rango precisado llamado Jesús Alfonso Álvarez Osorio.